Cuando afrontamos la realidad del cambio, aprendemos a aceptar sus desafíos como un juego y con coraje. Al comprender cómo reaccionamos frente a él y el efecto que éste tiene sobre nuestro sistema energético, podemos alterar los viejos modelos de respuesta y tomar consciencia de nuestra propia naturaleza. El cambio en sí mismo abre las puertas para que podamos ver las oportunidades de creatividad que tenemos.
La forma en que las personas se adaptan a ellos modela su carácter y crea un contexto en el que se desarrolla la sabiduría, el crecimiento y la consciencia. Como parte de la ley de la progresión, el cambio finalmente nos capacita para enseñar a otros cómo ellos también pueden adaptarse a él.
Esto es conocido como el camino de los Mayores.
Cuanto más capaces seamos de aceptar que los cambios son inevitables, menos sufriremos por sus efectos y finalmente llegaremos a un punto en el que dirigiremos conscientemente los cambios que deseamos manifestar en nuestra vida.
Cuando esto sucede, nos fortalecemos.
La mayoría de las personas tiene miedo de abandonar sus ideas fijas y, entonces, el cambio se convierte en algo temido a lo que hay que oponerse. Las personas temen convertirse en algo inferior que la imagen que desean proyectar.
Sin embargo, sin él no hay forma de descubrir quiénes somos en realidad y qué es lo permanente dentro de nosotros mismos.
UNR
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